Isidro Ansorena Eleizegi
Como anunciamos en el título, no pretendemos aquí realizar una biografía completa y exhaustiva de lsidro Ansorena. No sería propio de esta revista, ni adecuado a nuestras posibilidades. Deseamos realizar algo aparentemente más sencillo, pero, sin lugar a dudas, pleno del mismo sentimiento de admiración y homenaje que la más dilatada de las biografías. lsidro Ansorena nació en Hernani, localidad guipuzcoana cercana a San Sebastián, el 15 de Mayo de 1893. Murió en San Sebastián el 20 de Agosto de 1975. Entre ambas fechas, una vida intensa, plena de servicios, de trabajos y de amor a la tierra que le vio nacer y a su cultura.
Había nacido en una familia popular. Su padre, Francisco, tocaba la flauta y era txistugile. Sus tres tíos, Fernando, Ignacio y Manuel, eran txistularis afamados. también lo era su hermano mayor, Joxe. Entre todos ellos, empujaron la incipiente carrera de txistulari del por entonces joven lsidro. Con todos ellos aprendió y, cuando, había ya atendido y entendido sus lecciones, se hizo precisa la colaboración de un profesor de más talla, de alguien que verdaderamente pudiera todavía enseñar algo a lsidro. Este profesor fue Juan José Cestona, considerado en sus tiempos como el mejor ejecutante de txistu. De él, aprendió cuanto pudo. También tomó alguna lección de Leandro Zabala, txistulari de Tolosa por aquel entonces. Además, lsidro, siempre observador y atento, aprendía constantemente con la atención prestada a los txistularis que encontraba en su camino. Txomin Astigarraga, Teodoro Erauskin, etc. De este conjunto de maestros y compañeros que lsidro Ansorena tuvo y de los cuales aprendió y observó defectos y cualidades, junto a su ansia personal de mejora del instrumento y de la ejecución, concluimos, sin lugar a la más pequeña duda, que lsidro Ansorena ha sido, y queda ya así para la historia del txistu, el encargado de transmitir a nuestro tiempo todos los conocimientos que sobre el txistu habían alcanzado los txistularis antiguos y, a la vez, el hombre que supo empujarlos y alzarlos hasta alturas verdaderamente insospechadas.
El txistulari era en tiempos de lsidro —y desgraciadamente no parece serlo tanto en nuestros días— figura fundamental en la vida del País Vasco. Y su labor la realizaba generalmente poco hoy podría decirse lo mismo con carácter general- como empleado del Ayuntamiento cada pueblo. Así lo hizo nuestro maestro. Al salir de una larga enfermedad, su hermano tuvo que abandonar el servicio de txistulari municipal. Isidro tenía entonces catorce año tuvo que ocupar la plaza que su hermano dejaba vacante. A partir de entonces lsidro Ansorena fue siempre txistulari municipal. Cuando dejó la villa de Hernani fue precisamente ocupar la plaza de txistulari primero de la Banda Municipal de San Sebastián. Y allí ha continuó toda su vida. En este sentido, creemos necesario recordar la labor que realiza esta Banda en la actualidad, que es fruto del tesón y la constancia que lsidro puso a su servicio. Todos los domingos, recorre por la mañana las calles del casco viejo, ejecutando el tradicional zortziko. A las doce del mediodía, concierto, y, por las tardes, bailables, «el único espectáculo verdaderamente popular de San Sebastián», como solía comentar lsidro Ansorena.
Al servicio de esta Banda en particular y del txistu en general, dedicó el maestro gran parte de su vida en otra faceta distinta, la de compositor de la cual son reflejo las obras que se publican en esta revista, así como las que anteriormente se han publicado en distintos boletines y las que la Banda Municipal de San Sebastián guarda en su archivo, que son muy numerosas. Ahí está también el inventario de sus obras, que aquí publicamos, para dar razón de ello. Pero ¿cómo aprendió Isidro a componer y a armonizar? ¿tenía estudios musicales? Ciertamente, no los tenía. Sin embargo, poseía una poderosísima intuición musical y un profundo conocimiento de la música popular. Esto era lo que, en tantas ocasiones, le hacía comentar sobre las obras que se escribían para txistu: «esto tiene carácter», «esto no tiene carácter». Y su crítica seguramente no sería demasiado científica, pero siempre acertaba en su conclusión. Por otra parte, las técnicas de armonización, que jamás estudió como hemos dicho, las aprendió gracias a otra característica suya muy importante: el espíritu observador. Todo aquel papel de música que llegaba a sus manos, era cuidadosamente examinado. Y, de esta forma, consiguió realizar tantas obras.
Nuestro hombre era fundamentalmente humilde y comprendió desde el primer momento que su única colaboración en el terreno de la composición de obras para txistu nunca sería completa. Por ello, inició una labor muy poco conocida y que, no obstante, ha tenido una gran importancia: la de incitar y empujar a los grandes músicos vascos a que compusieran obras para txistu. Gracias a este trabajo de lsidro, el repertorio txistulari actual cuenta con obras tan hermosas como Mendiko aizeak, Sari bila, Gurutzondo, lbai ona, etc., producto de las plumas de José Olaizola, Luis Urteaga, Joaquín Iruretagoyena, etc. A este respecto, hay una anécdota que aclara una pequeña cuestión. Algunos se suelen preguntar cómo esos músicos, que no conocían el txistu a fondo, se las arreglaron para componer obras tan ajustadas a la propia técnica del instrumento. También estaba en ello Isidro. El nos contaba que, en cierta ocasión, D. Luis Urteaga le llamó a su casa, como frecuentemente solía hacerlo, para que examinara una de sus obras y diera su opinión sobre el grado de dificultad que tenía. Isidro, tras examinar la obra en cuestión, repuso con su tradicional humildad » A mí me resulta un pasaje un tanto duro. Tal vez otro txistulari…». Pero D. Luis contestó ipso facto: «Si para usted es difícil, para nadie será fácil» Y rápidamente se dispuso a corregir el pasaje.
Hay que señalar aquí como dato importante, aunque no se refiera directamente a la familia txistulari, que, si Isidro pudo realizar toda esta labor fue porque, en su casa y en su familia, gozó de un ambiente acogedor, colaborador y animoso que le ayudó y empujó siempre. Y por supuesto, la pieza clave de este ambiente la fue su esposa, Concha, que tan íntegramente supo desarrollar el papel de acompañante leal y que tan valientemente supo hacer suyos y asumir los problemas de su marido, haciendo causa común con él y ayudándole a enfrentarse con aquel trabajo intenso y continuo que fue toda su vida. En otras muchas facetas se desarrolló la vida de lsidro Ansorena. Él fue quien consiguió introducir el txistu en el Conservatorio de San Sebastián, sentando así la base para su oficialización. Él fue también quien impartió clases allí durante muchos años y quien publicó el método de txistu más usado hoy. El fue por todo ello el creador de una verdadera escuela de txistu alrededor de esa Academia, que no dudamos en llamar escuela de Ansorena y que es heredera de su especial sentimiento de la música popular. También en el terreno de la construcción de txistus tuvo lsidro Ansorena su palabra que decir. Los txistus que fabricaba se distinguían por la dulzura de sonido y la afinación más ajustada. Hoy los txistus de Ansorena se buscan con denuedo por los txistularis. Además, como muestra de su espíritu emprendedor, hay que decir que él fue el primero en ensayar txistus en otras tonalidades, llegando a construir txistus en FA y silbotes en SI bemol, dando de esta forma paso a todos los intentos posteriores, en particular a los del Grupo Experimental de Txistu de San Sebastián.
Junto a todas estas facetas, que voluntariamente hemos querido resumir, no podemos olvidar las de organizador de Alardes y director de los mismos, así como la de pilar de la Asociación de Txistularis. Es esta última una labor que pocas veces se ha nombrado, pero que ha de ser considerada muy importante. Después de la guerra, en que la Asociación se desmembró, hacía falta alguien con arrojo que tomase sobre sí la responsabilidad de reorganizarla Este hombre fue lsidro Ansorena El tomó sobre sí esta responsabilidad y la llevó adelante no sólo en el terreno de lo burocrático, sino en el de las realizaciones materiales, ya que gran parte de la confección de la revista estuvo en sus manos, realidad que, con su clásica humildad, intentó oscurecer mediante el uso de muy variados seudónimos.
Creo que de estas apreciaciones rápidas y descuidadas puede, no obstante, el lector deducir conclusiones sobre la figura de lsidro Ansorena. En el terreno de lo personal, que voluntariamente he reducido mucho, quienes le conocieron pueden dar fe de ello. Hombre amable, constante, recto y pleno de bondad, creador, junto a su esposa, de una familia que los amó a ambos hasta la muerte y después de ella procura conservar su recuerdo como ejemplo de lo que debe ser la vida familiar y el amor entre padres e hijos. En lo que al txistu se refiere, la labor no pudo ser más completa ni más compleja. Penetró en todos los campos del txistu, la ejecución, la composición, la dirección, la organización, la Asociación, y en todos ellos con espíritu de trabajo y de progreso. Mi conclusión, al menos, es clara. lsidro Ansorena fue un hombre cabal e íntegro, un esposo y padre ejemplar, un vasco consecuente y un txistulari sin igual. Goian Bego.